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Begin again

Una película emotiva, tierna y con sentido del humor.

Begin again, escrita y dirigida por John Carney, se estrenó en Estados Unidos en 2013.

Cuenta la historia de Gretta, interpretada por Keira Knightley, una talentosa compositora que acompaña a su novio Dave, interpretado Adam Levine, a triunfar con su música en Nueva York.

La fama y el éxito de ser una estrella de rock se apoderan de Dave.

Abandona a Gretta y a ella se le hunde el mundo.

Una noche Gretta acaba tocando su canción «Lost Stars» (nominada al Oscar 2015 a la mejor canción original) en un garito de Manhattan.

Dedicada a todas aquellas personas que se hayan sentido solas en la ciudad.

En ese local se encuentra también Dan, interpretado por Mark Ruffalo. Dan es un ejecutivo discográfico al que acaban de despedir.

Estaba hundido en la miseria y he oído tu canción.

Ahogando sus penas en la barra del bar, descubre a Gretta durante su actuación. Queda cautivado por su talento y le propone grabar un álbum juntos.

¿Es difícil que salga adelante verdad?

Desde luego, y ahí aparece la magia.

El álbum se pone en marcha sin presupuesto y de una manera muy original.

La película recrea un bonito recorrido por las mejores localizaciones de Nueva York.

Esperando tu próximo paso,

volando hacia el ocaso,

y el camino trae suerte

si tu eres tan fuerte

como tu próximo paso.

Relación con mi experiencia personal

Esta película me ha hecho recordar un momento de mi vida donde las causalidades se alinearon para darme la oportunidad de debutar en el mundo del espectáculo.

Déjame que te sitúe un poco:

Yo hice mi escolaridad hasta 3e (1º BUP) en las Ecoles Françaises Ferdinand de Lesseps de Barcelona, que estaban cerca de casa. La educación básica en Francia son 9 años.

Allí éramos todos una piña y nos conocíamos desde pequeños. Yo llevaba gafas y estaba un poco acomplejada. Los niños no me miraban.

Para poder obtener la escolaridad francesa y española (con sus respectivas selectividades), tuve que hacer hasta COU en el Lycée Français de Barcelone.

Al llegar allí me encontré un poco «dépaysée».

Cambié las gafas por las lentillas y eso hizo que yo «me viera» un poquito mejor, pero todavía necesitaba algo más para que ellos «me vieran».

No sabia como conectar con mis nuevos compañeros y diseñé una estrategia para romper el hielo:

Pedir fuego.

Así que, en la puerta del cole, con 16 años, empecé a fumar.

Mis nuevos compañeros del Liceo se conocían desde pequeños y yo sentía que a pesar de ya tener «el humo en común», tenia que hacer algo más para que me hicieran caso porque no acababa de encajar con su estilo de vida.

Cuando ellos se iban a la discoteca (Quartier, Bacarrá, Up & Down) yo me iba a hacer clases de ballet. (En esos momentos yo era también profesora de ballet de un grupo de niñas de 5 años en la Escola de Dansa Clássica del Esbart Sant Martí).

Anecdóticamente, desde pequeña me encantaban los chistes. De hecho, me los sabia de carrerilla, sobre todo los de Eugenio y Arévalo. Los contaba muchas veces en las cenas de navidad del despacho donde trabajaba mi madre.

Por una serie de causalidades acabé grabando un cassette con 100 chistes en unos estudios de grabación que colaboraran con la empresa donde trabajaba mi padre. Dibujé la carátula a mano y se hizo una tirada de 300 para que todos los alumnos de mi promoción los pudieran vender para recaudar fondos para el viaje de final de COU.

Fue una idea teóricamente genial.

En esos momentos yo creía que para tener, tenia que hacer.

La grabación se hizo justo antes de navidad para que fuera un detalle original para regalar. Se repartieron 5 a cada alumno y los teníamos que vender a 300 pesetas, para poder cubrir los gastos del viaje.

Algunos chicos me los devolvieron diciendo que no conocían ni a 5 personas a quien vendérselos, así que me tuve que quedar yo los suyos esperando que ocurriera algun milagro para sacármelos de encima antes del 7 de Enero.

Recuerdo que era la tarde de Reyes de 1987. Yo me había llevado los casetes al pueblo donde habíamos ido a comer con mis padres por si veía a algun vecino a quien poder «encasquetárselos». Tenia que venderlos todos antes de llegar a clase al día siguiente.

Había quedado con una amiga para tomar algo por la calle Balmes y recuerdo que entramos en un bar llamado Mediterráneo.

Estaba a tope y tuvimos que compartir mesa con un señor regordito que nos dijo: «Yo soy humorista» y yo, ni corta ni perezosa, (porque pensaba que se estaba quedando conmigo) le contesté: «Toma, y yo también. Mira», y le enseñé uno de los casetes de chistes que llevaba todavía en el bolso.

Justo en ese momento vino el jefe del local y le dijo: «Toni, prepárate, en cinco minutos sales a escena«. Y él contestó: «Ok, hoy saldré al escenario acompañado de Silvia Pallerola, la humorista más joven de España».

Me quedé completamente en shock, me temblaban las piernas, el corazón se me aceleró y, aún muerta de miedo y de vergüenza, me levanté con él y subimos al escenario.

Después de la que había liado yo sola, no podía negarme.

Tengo que reconocer que fue la primera vez en mi vida en la que me sentí totalmente conectada conmigo misma.

Los focos me impedían ver al público. Empezaron a aplaudir.

Mi mente se quedó en blanco. Pero a medida que él empezaba con un chiste, como por arte de magia, salía de mi boca la anécdota perfecta para enlazarlo con uno de los míos.

Nos tiramos así más de una hora y media y fue absolutamente genial.

Al finalizar la actuación, él explicó públicamente que yo tenia mi propio casete de chistes para vender y me los sacaron de las manos. El milagro ocurrió. Estaba como en una nube. Los vendí todos.

No me creía lo que acababa de suceder. Y para más INRI,

me propuso que me fuera con él de gira como

«la humorista más joven de España».

Volví a entrar en shock. Mi cabeza pensaba una cosa, mi corazón sentía otra y mi boca decía todo lo contrario.

Era la ilusión de mi vida. La idea de ir de gira haciendo reír a la gente era un sueño para mí, pero el hecho de imaginar comprometiéndome a ello me generó un ataque de pánico, una verdadera lucha interna entre mis valores, mis creencias y mi identidad.

Mi corazón me gritaba que aceptara, pero mi razón me decía que debía estudiar una carrera para poder ganarme la vida y que explicar chistes no era una cosa seria.

Toni me dijo:

«Recuerda siempre que hay trenes en la vida,

que nunca vuelven a pasar.»

El tenia razón.

Yo tenia 17 años y no acepté. Como se dice vulgarmente, «me jiñé» y nunca se lo expliqué a mis padres.

Conclusiones

Yo dejé pasar ese tren, si. Si me hubiera subido a él, nunca sabremos donde estaría hoy.

Pero el regalo que me hizo la vida permitiéndome sentir con 17 años ese chute de adrenalina en el escenario y el subidón de autoestima por el hecho de que alguien me estuviera proponiendo irme de gira con él, no tiene precio.

Yo en ese momento no tenia suficientes herramientas para poder discernir.

Hoy se que la mejor manera de hacer, es ser.

Los protagonistas de la película sí se lanzan a la aventura, porque ya no tienen nada que perder. Solo les queda su pasión por la música y las ganas de crear y compartirlo con el mundo desde el corazón, elemento indispensable para hacer que la magia ocurra.

Encuentra siempre el equilibrio entre tu razón y tu corazón.

Puedes alquilar o comprar la película en castellano en Youtube. Espero que la disfrutes tanto como yo.

Aquí te dejo el tráiler y también el videoclip de la preciosa canción «Lost Star» que protagoniza su bonita banda sonora.